3 mar 2010

EL DESVÁN DE MI MEMORIA




Cómo entender que ya jamás volverán
los segundos perdidos de mi inocencia.
Cómo echarlos de menos mas no llorar
sabiendo que aquella vida ya no es nuestra.

Descienden nuestras alas sobre el mar de los intentos.


EL DESVÁN DE MI MEMORIA

En el ático de mi alma hay un deshielo,
las promesas se consumen en calor,
dime dónde quedaste ayer, cruel silencio
que en susurros hilvanabas nuestro adiós.

En los charcos del desierto se estremecen
las princesas que creímos ser las dos,
ahora resta una manzana envenenada
y allá al fondo, los castillos de ilusión.

Llora al viento en el desván de mi memoria
los segundos que contigo compartí,
lloran para no gritar, por verse hundidos
en los mares que se ahogaron al abrir

las puertas de aquella fuerza acongojada
que se esconde entre disfraces de traición,
perdona si jamás llegué a ser el hada
que en los cuentos nos enseñó a ser mayor.

Yo aún conservo tatuado en mi soledad
esas niñas que soñaban con vivir,
aún recojo en la mirada los aciertos
y los fallos que contigo descubrí.

Tras la sombra de los miedos no hay arañas
sobre las que poder sentirse mejor,
más no hablan los espejos, sólo callan
y los años acumulan el dolor.

Pasa el tiempo y las muñecas son tacones,
otro invierno y descubrimos el amor,
los centímetros en la pared se acopian
y a aquel niño ya le ha cambiado la voz.
Solamente una mirada y somos agua
que desliza los segundos al recuerdo,
fotos que envejecen hartas de esperar
el imposible renacer de un nuevo aliento.

Los valores del ayer descienden muertos
hacia el monte de los sueños olvidados,
ascienden ahora a la ilusión nuevos pájaros
sembrando la frontera de lo incorrecto.

Los puñales calan hondo hasta hacer daño
te refugias, me refugio, nos ahogamos
en el charco de aquellos abrazos rotos
que sin querer un día nos atraparon.

Y en la ley del equilibrio nos caemos,
tres segundos aplastan toda una vida,
ya no hay sitio para mí en aquel barco
donde un día me sobraban las sonrisas.

Hoy me aviento hacia la arboleda perdida
sin mirar qué tras mis pasos he dejado,
hoy me evado de esta infinita negrura
que me ahoga con el peso de los años.

Sola ante la cima que creí conquistar
lloran los pedazos de este mi alma rota,
demasiados recuerdos en un mismo desván
para tan poca vida, para tan poca memoria.

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