10 oct 2010

AMOR



Amor, ahora sé que jamás que tuve.

Es curioso contemplar las esquinas de este silencio
cómo desdoblan el tiempo en interminables días,
cómo reflejan tu ausencia en sediento verso,
cómo invade tu olor esta inocua isla,
cómo desgarran, amargas, el rencor de los falsos techos.

Me encuentro en este cuarto, a solas conmigo misma
y ni siquiera el frío de este blanco invierno
aclara las sombras del negro intermedio
entre cada escarpe de esta abrupta cima.

Ahora puedo sentir cómo me asfixia el aire,
cómo nos quema el hielo,
cómo el cuidadoso andar de este gran secreto
cayó en el desastre de fundir tu piel con la mía
y convertirnos en la ceniza sin nombre
que ahora busca luz en su propio reflejo.

Hoy al fin comprendí que jamás te tuve,
que la pasión quemó mi prudencia,
que mis pasos cautelosos dejaron huella
y no hay olas en este desierto que las perdonen.

Ahora puedo escarbar la tumba de mi inocencia,
encontrar entre los baches las ecuaciones perfectas
que definan en qué consistió vivir y cómo intenta
el fuego hallar enunciado a través de la respuesta.

Me enamoré de ti y no me di cuenta,
ahora compartimos el aire que nos eleva
a otro lugar, quizá
donde aquel abrazo
no encuentre razones que lo incriminen
ni frenos que lo detengan.

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